Cada vez le damos menos importancia a las cosas que mayor importancia tienen. Vivimos encerrados y compenetrados en esa pantalla, creyendo que en ella está la realidad y lo que es peor es que dejamos pasar nuestra vida y no disfrutamos de aquellos momentos tan espectaculares que nos da la vida, como cenar con nuestra familia, gozar del silencio de la noche, dejarnos llevar por el increíble aroma de los jazmines.
Me di cuenta que mirando películas decimos, - ¡que lindo paisaje!, y cuando tenemos realmente uno frente a nuestra cara no decimos nada. ¡Y es tan real!
Lo paradójico es que por medio de esa pantalla parecemos estar conectados con el mundo entero, cuando en realidad nos arranca la posibilidad de convivir humanamente.
Como dice Sábato, en su libro “La Resistencia”: “El estar monótonamente sentado frente a la televisión anestesia la sensibilidad, hace lerda la mente, perjudica el alma”.
Por eso no desperdiciemos esos momentos cargados de amor, de alegrías simples: tomar una taza de café o unos mates compartidos con nuestros amigos, ver el atardecer, disfrutar del color de nuestros paisajes y ¡TANTAS VECES SE NOS PIERDE MIRANDO LA TELEVISIÓN!
¡No dejemos que la tele nos haga perder las maravillas que tiene la vida, y para las cuales estamos más que preparados para disfrutarlas!
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